miércoles, 7 de septiembre de 2011


Comparto este documento de Don Leo, el cuál  se relaciona mucho con nuestro tema


Mi colegio, mi escuela 
Leonardo Garnier Rímolo
Ministro de Educación Pública
¿Qué significa para un estudiante su escuela, su colegio? Esa es la pregunta que debemos hacernos hoy… y cada día de este calendario, hasta que entendamos algo que debiera resultarnos obvio: solo tendremos buenas escuelas y colegios cuando para cada estudiante, para cada docente, para cada director o directora y para los padres y madres de familia, su escuela sea realmente su escuela, su colegio sea realmente su colegio.

Pensémoslo bien: sin un sentido de identidad, sin arraigo, sin esa sensación de apropiación tan necesaria para sentir que el colegio es mi colegio, que la escuela es mi escuela, difícilmente se generarán los esfuerzos sistemáticos por parte de todos – estudiantes, docentes, administrativos, padres, junta… todos – para mantener y mejorar constantemente la calidad de ese, nuestro centro educativo.

Cuando decimos mejorar, debemos entenderlo en el sentido más amplio y profundo. Un centro educativo mejora, claro está, cuando mejora su calidad académica porque mejoran sus docentes, por ejemplo, porque se capacitan, porque se esfuerzan, porque llega gente nueva y fresca, porque trabajan en equipo por mejorar su trabajo. Su calidad académica mejora también cuando cuenta con más y mejores recursos didácticos: una mejor biblioteca o centro de recursos, más libros, discos, películas, conexión a Internet y claro, una bibliotecaria apasionada con lo que hace y que busca todo el tiempo formas de atraer más a sus alumnos a ese rincón de conocimiento. La calidad mejora, también, cuando los docentes se toman en serio la calidad, cuando hablan sobre lo que hacen, cuando se preocupan de que algunos alumnos vayan mal, que no aprendan bien o que aprendan muy despacio… o, peor, que se salgan antes de tiempo del colegio. La calidad mejora cuando el papá o la mamá preguntan – al docente o a sus hijos – por el aprendizaje, por la vida en la escuela o el colegio, por cómo se sienten, por qué necesitan… en fin, cuando la familia se involucra en la educación.

Pero la escuela y el colegio son mucho más que eso: son el espacio y el momento en que los niños, niñas y jóvenes viven gran parte de su presente. Sí, su presente. Insisto en esto porque muchas veces solo pensamos la escuela o el colegio como ese lugar de paso al que el estudiante solo va a prepararse “para cuando sea grande”. Y no, no es así: en la escuela y en el colegio se vive, se convive, se goza y se sufre, se comparten experiencias, se aprende sobre la amistad y sobre la decepción, sobre el amor y la tristeza, sobre los juegos y las derrotas, sobre los riesgos y las enfermedades y los accidentes y sobre cómo levantarse; se vive y se aprende sobre la vida de la única forma en que es posible aprender: viviendo.

Y es viviendo y reflexionando sobre ello como nos construimos a nosotros mismos. Por eso, si algo se forja en la escuela y el colegio como suma de todas las cosas que allí ocurren, es nuestra identidad: la identidad de cada niña, de cada niño, de cada joven que vive y comparte con otros, con sus compañeros, sus amigos, sus maestros y profesores, con las señoras de la cocina, con el guarda, con los papás de los amigos… con tanta gente que forma parte de su comunidad educativa.

Qué duro resulta, entonces, cuando nuestros estudiantes sienten que la escuela les resulta ajena, que el colegio les resulta ajeno: cuando es un lugar poblado de extraños y hasta de enemigos; cuando es un lugar en que hay unos adultos a los que deben tener miedo y, claro… a los que intentan burlar, engañar, molestar o hasta agredir cada vez que pueden hacerlo impunemente. Qué duro cuando la escuela o el colegio resultan un lugar por el que no se siente afecto, un lugar que los encierra entre muros y en el que se tiene que cerrar la puerta para que nadie escape. Lo hemos dicho antes: solo una letra separa el aula de la “jaula”… pero cuántas veces las aulas de nuestras escuelas y colegios se sienten como jaulas, como celdas en las que los estudiantes no hacen más que esperar al timbre liberador para salir corriendo.

¿Puede construirse un centro educativo de calidad sobre el miedo? ¿Puede haber una buena escuela, un buen colegio mientras sus alumnos los sientan ajenos y lejanos? ¿Puede enseñar bien una docente que no siente que esos muchachos son suyos, que ese colegio es suyo y que en esas aulas está forjando sus identidades? ¿Puede exigir calidad y buscar con ahínco la calidad de su escuela o su colegio un Director que siempre se siente de paso, que siempre piensa “a dónde iré luego”?

No, no puede haber calidad sin sentido de pertenencia. Esto debe ser evidente, en primer lugar, para las y los estudiantes, que deben sentir sus aulas, sus corredores, sus patios, su biblioteca y – por supuesto – hasta sus baños como una extensión de su propia casa: un lugar en el que viven y aprenden, en el que pueden estar seguros, en el que se construyen a sí mismos. Eso debe ser también así para los docentes, que ahí se vuelven realmente trascendentes. Ni que decir de una de las piezas fundamentales del sistema: los directores, cuya mística y liderazgo es indispensable para construir un centro educativo de calidad. A esto debe sumarse, finalmente, la comunidad educativa: el barrio, el pueblo, la zona debe sentir como suya cada pulgada de la escuela o del colegio.

Termino con aquellos de nosotros que – para nuestra desgracia – no trabajamos ahí, en los centros educativos, sino en eso que llaman “mep”. Para nosotros puede resultar más difícil entender todo esto pero, por eso mismo, es todavía más importante. Quienes estemos en las oficinas centrales o regionales del MEP debemos entender que nuestro trabajo, todo nuestro trabajo, cada acción de nuestro trabajo… solo tiene sentido en la medida en que contribuya a mejorar en algo la calidad de algún centro educativo en particular. De lo contrario, somos irrelevantes. Que cada día de este calendario nos recuerde, a todos, que hay un niño en una escuela, que hay una estudiante en un colegio, que depende de lo que hagamos hoy.

Tomado de www.mep.go.cr.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Te has preguntado alguna vez…



¿Cómo un país se llega a convertir en tu hogar?
¿Es acaso suficiente nacer en un territorio determinado para que ya puedas decir que cuentas con un hogar?
O, acaso, ¿Es una herencia que recibimos sin esfuerzo alguno?
Tendrá alguna relación nuestra actitud pasiva con la creencia de que heredamos un país, un hogar.
El hogar que tenemos que crear…
Durante mucho tiempo hemos creído que heredamos un país y que esto gratuitamente nos hace ciudadanos costarricenses.
Me gustaría que hicieras una prueba y que te miraras al espejo:

¿Ves a un ciudadano?
¿Cuáles son mi obras… que he hecho yo para merecer ser un ciudadano costarricense?
O, acaso ¿piensas que es un derecho y que no tienes que dar nada a cambio?
 O ¿Solo lo vez cuando miras tus sueños?

Miremos un poco más cerca.  Solemos decir “Mi casa, mi hogar”.  Cuando pienso en mi hogar de seguro veo un lugar donde me siento segura, feliz, donde las necesidades básicas son satisfechas, donde comparto con otros miembros de mi familia que se preocupan por mi y a quien les correspondo igual, un lugar donde todos podemos crecer. Por lo general, es una palabra que está relacionada con un sentimiento seguridad, pertenencia o calma.  Estoy consciente que muchos costarricenses no comparten este mismo sentimiento, porque su realidad no es la misma.  Sin embargo, en un hogar las cosas no caen del cielo, se requiere de un esfuerzo de cada uno de sus miembros para trabajar por fines comunes y así ir participando en su construcción.
Este mismo esfuerzo y compromiso es el que nos lleva a trabajar para que “Mi país sea mi hogar”.  Es una construcción que se hace con el aporte de cada persona que vive en este territorio, hayan nacido o no en estas tierras.  La corrupción, las drogas, la violencia, nuestra falta de solidaridad y la indiferencia son solo algunas de las amenazas más sentidas en la actualidad.

Te invito a que juntos soñemos, y en honor a la celebración de nuestra independencia hagamos realidad la construcción de nuestro hogar común.  Me gustaría conocer tu opinión y cuáles han sido o podrían ser esos aportes significativos para lograrlo.

Apreciemos las bellezas de nuestro país.
Aprendamos a cuidarlas y protegerlas, es nuestro hogar

Nuestros Símbolos Nacionales







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Fuentes:

1. http://costaricahoy.info/wp-content/uploads/2009/09/rotonda_bandera.jpg